por Florencia Benson
A continuación, transcribo y traduzco (casi completa) una nota muy interesante sobre Claire Underwood, la co-protagonista de House of Cards, firmada por Megan Garber en The Atlantic:
Ninguna mujer –ninguna, por lo menos, que haya tenido opinión en la materia– tiene el hábito de caminar por su casa en tacones de aguja. Ninguna. Mujer. Nunca. Los tacos pueden alargar la pierna y pavonear la caminata y hacer todo tipo de cosas estéticamente agradables a las extremidades inferiores del cuerpo humano; logran todo esto, sin embargo, mediante la creación de una incomodidad progresiva que transcurre, en función del diseño del zapato y la longitud de su uso, de la «muy suave» a la «tortura». Lo cual significa que los tacones –y los tacones de aguja, en particular– son zapatos públicos, zapatos performativos que son tolerados cuando una está en el mundo y de los que se desprende, de inmediato, a su regreso a casa. Ninguna mujer -no, pero de verdad, ninguna mujer- ha llegado a casa, miró sus tacones altísimos, y pensó: «No, voy a dejármelos puestos».
Por lo que es extraño y sorprendente que Claire Underwood, que si bien es una mujer ficticia también es humana, pasa los primeros episodios de la temporada 4 de HoC usando de forma permanente tacones de aguja. Claire, ahora la Primera Dama de los Estados Unidos, lleva sus zapatos de diseñador -los zapatos que completan su «código de vestimenta poder»- no sólo cuando ella está haciendo apariciones públicas, dando discursos y asistiendo a las cumbres internacionales y tal, sino también cuando ella no está, técnicamente, «apareciendo» en absoluto. Allí está Claire en la cocina de la residencia de la Casa Blanca con su marido, mientras se tambalea en tacones de aguja. Allí se encuentra de visita en su casa de la infancia en Texas -entre los establos de caballos y el pasto, sobre el suelo que es tan peligrosamente suave, usando tacones altísimos. Allí está cuidando de su madre enferma en el mismo calzado impráctico. En una escena ella regresa a su casa luego de un día demoledor, se acuesta en una tumbona, asume una posición fetal, y se queda dormida. En sus stilettos.
Entonces, sí. ¿Viste cómo los pies de plastilina de Barbie estaban, hasta hace poco, moldeados para adaptarse a tacos altos? Los pies de Claire son similares. «Claire sólo se usa tacones de aguja -Manolos y Louboutins, específicamente,» explicó el año pasado Kemal Harris, la estilista personal de Robin Wright, a quien esta llevó para vestir a Claire en las temporadas tres y cuatro. «No vas a verla en suecos o chatitas. A no ser que esté corriendo, por supuesto».
Es decir, lejos de ser los tontos «perma-pumps» de Mundo Jurásico (y ahora, también, de las series de televisión que hacen que sus detectives femeninas corran y persigan a los malos subidas a sus altísimos tacos), se trata de una elección intencional por parte de los creadores de HoC. Los tacos de Claire –ya sea redondeados o en punta, estilo pump, con cintas en los tobillos o en forma de T—han servido como símbolos de estilo: los stilettos, que al mismo tiempo la elevan y constriñen, funcionan tanto como mecanismo de defensa y como juego de poder.
En ese sentido, los tacos hacen por Claire lo mismo que para cualquier persona que los usa: destacan la delgada línea entre el control y la falta de él. Destacan la estética sobre la practicidad. Sugieren privilegio, pero también una especie de sometimiento intencional –una complacencia para con la incomodidad, los peligros de caminar en los tacos de aguja, y los estándares de belleza que han sido determinados, en gran medida, por los hombres. Son los zapatos aptos para un momento en el que la feminidad es a la vez una fuente de poder y una fuente de su opuesto.
Así, Claire Underwood camina por la Casa Blanca, por Washington, por el mundo entero de una manera muy particular: deliberadamente, cuidadosamente, intencionalmente. Ella avanza con confianza, pero también con cautela. Cada paso, cuando se está vacilando sobre la tierra posado sobre diez centímetros de taco aguja, es precario. Así que cada paso que Claire da hacia adelante también es una amenaza de peligro. Ella camina como lo hace no sólo por ser quien es, sino también por lo que se pone.
En ese sentido, los zapatos de Claire son su vínculo con otras mujeres -en el universo de la serie, y en el más amplio- y también, con la misma facilidad, la separa de ellas. Porque allí está Claire, que usa los stilettos mientras cocina. Cuando ninguna mujer, o ninguna mujer que tiene algo que decir en la materia, haría eso. (Ni siquiera una compañera en los juegos de poder: en Veep, Selina Meyer se quita los tacos en el momento en que ella está en privado y, luego, se los pone rápidamente de nuevo cuando alguien importante entra en la habitación).
(…)
Si los tacones de Claire son una forma de armadura, los nuevos episodios de HoC parecen sugerir que son una armadura que no puede, en este punto, eliminarse del todo. La «vaina» y «ella» se han fusionado, tal vez inextricablemente. Incluso cuando Claire está en casa, incluso cuando está sola, incluso cuando ella ocupa los espacios que parecerían permitir que ella sea más real y relajada y sin vigilancia… allí está ella, vestida y cubierta de Louboutins de de taco aguja. Los zapatos que para la mayoría de las mujeres sugieren elección –el tacón alto que se puede usar y desechar a voluntad, el stiletto público que no necesitará ser usado en privado– es, para Claire, una especie de prisión. Aquí tenemos una mujer que ha sacrificado todo lo que tiene: su familia, sus propias ambiciones, su alma, por el poder. Y aquí está una mujer que ha atravesado House of Cards para llegar a una ironía amarga: que el poder que ha logrado nunca le ha pertenecido oficialmente a ella, sino a su marido. Lo que hace que la situación de Claire –resultado de asesinatos y caos y operaciones melodramáticas variadas—sea simultáneamente única y, en un sentido más amplio, familiar. Aquí está una mujer que, aún cuando avanza, está contenida.